No hizo falta irse a la Sierra para comprobar el colorido del otoño. En El Pardo, donde el tiempo acompañaba en ese día, vimos muchos de los cambios otoñales y del ciclo de nuestro ecosistema.
Los líquenes (formados por hongos y algas) en las ramas, nos indicaba que estábamos en un sitio sin contaminación y nos revela cuál es el norte.
A través de una pequeña ruta, conocimos chopos centenarios, identificamos algunas setas y diversas aves acuáticas por el río Manzanares. ¡Tuvimos la oportunidad de observar in situ cormoranes secándose al sol con las alas extendidas tras un baño!
Los más pequeños crearon un cuento que luego escenificaron y, el búho castaño, protagonista y narrador de la historia, les mostró algunos de los frutos del otoño. El sol, cansado de dar tanto calor en verano, en otoño lo hace con menos intensidad. Los pájaros que empiezan a tener frío, migran al sur. Y las nubes, haciéndose cosquillas las unas a las otras, hacen que descarguen agua.
Los mayores, siguieron el rastro de algunas huellas: uno de los terrenos estaba movido por jabalíes que dejaron intactas las setas tóxicas. ¡Qué listos son! También dieron con heces, concretamente de un sapo en el que se apreciaban los esqueletos de hormigas.
Terminamos el día buscando diversos tipos de hojas para la elaboración de un herbario. ¡Un día muy entretenido!
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